APP Descargada
App descargada, ¿ahora qué? Preguntó el joven con gafas a su amigo, Ahora busca a ver que quieres, vas a flipar, El joven con gafas comenzó a buscar entre las opciones de la app, Es todo muy caro, comentó, Lo pides por reyes y punto, yo creo que me voy a pedir taekuondo, siempre quise saber, Yo no se de que me serviría saber tocar la guitarra, si no tengo guitarra, Eso da igual, espetó su amigo, en cualquier momento te puede servir de algo, quizá para conquistar a alguna chica, que falta te hace campeón. A pesar de la insistencia de su amigo el chico con gafas dudaba del valor de aquella aparente revolución tecnológica, la conversación, como tantas otras, había seguido su curso normal, su amigo, seguro e inconsciente, características que suelen ir de la mano, jamás se había cuestionado nada en la vida; la vida se vive, no hace falta pensar tanto, una máxima que, en este caso, no iba a ser menos.
Me crea dudas, dijo el joven miope, ¿Dudas? ¿dudas de qué?, Pues dudas tío, me raya lo que esto puede suponer en el mundo en que vivimos, Ya estas otra vez igual, que pesadito eres, mira esta que chula, “pack 50 idiomas”, Para qué querría yo saber 50 idiomas, Pues no sé, Pues eso, no me vale de nada el Suajili o el Esperanto, Eso es lo de menos, piensa que se han acabado los exámenes de inglés para siempre, ¡para siempre!, exclamó con gran satisfacción. Va a suponer una revolución, si, pero no creo que sea solo por saber inglés, la gente puede descargarse conocimientos mucho más laboriosos, mira, “grado en arquitectura” ¿en serio?, esto lo van a tener que parar por algún lado, y mira lo que cuesta… no parece muy accesible, Tonterías, imagina el tiempo que se ahorrará nuestro estado en formar a la gente, ¿Y los profesores?, Los profesores que se descarguen algo y que trabajen de otra cosa, ya no hacen falta, dijo con una sonrisa de oreja a oreja, enfatizando más si cabe la euforia con la que venía conversando.
Yo veo esto un despropósito, siguió el joven, además, viendo los precios, más que una población sobrecualificada, creo que a largo plazo puede crear una brecha entre ricos y pobres insalvable, Que dices, ya estas otra vez, Va en serio, si los profesores no sirven de nada, las universidades tendrían que cerrar, ¿Quién quiere ir a la universidad 4 años si puede pagar una app que le da el mismo conocimiento, sin esfuerzo, en 20 minutos? , Pues, ¡Pues nadie!, solo el que no puede permitirse el nuevo valor de ese conocimiento y prefiere pagar con esfuerzo, como se ha hecho toda la vida, No se tío, deja de rayarme, yo solo quiero aprender taekuondo, de verdad, siempre igual contigo, no se puede ver siempre el mundo así de negativo, vive un poquito y deja de pensar tanto, Dijo, justo antes de marcharse.
Deja de pensar tanto, fácil de decir, difícil de hacer. Volviendo a casa eran múltiples los carteles publicitarios que anunciaban la nueva revolución, que, a pesar de estar aún en pruebas, ya batía récords de descargas, ¿Qué quiere aprender la gente con tanta celeridad? Se preguntaba sin respuesta.
Por fin llegó a casa, parecía que el momento esperado nunca iba a llegar, la tranquilidad de una casa, de tu casa, lejos de fanáticos eufóricos y noveleros, lejos de... ¡Hijo!, ¿ya has vuelto?, preguntó innecesariamente la madre, Si, mamá, respondió el hijo con desinterés, ¿Te has enterado?, Cómo no, Que maravilla, cómo avanza el mundo, Dijo satisfecha, He escuchado en las noticias que hay un regalo de baloncesto básico para los jóvenes, deberías probarlo. Fácil, un mísero anzuelo y todos enganchados, No sé mamá, ya veré después, ¿Te pasa algo hijo?, No mamá, solo estoy un poco cansado, Vale, contestó la madre, recordándole que recogiera su cuarto. ¿No hay una APP para eso?, pensó.
El día siguiente en el colegio fue distinto a los demás, es normal que los alumnos adolescentes por lo general se cuestionen la utilidad de lo que aprenden en clase, que tengan otras inquietudes, que estén un poco perdidos, pero ese día había una sensación de cambio en el ambiente, los niños habían recibido el último empujón que necesitaban para hacer ingobernable una clase, ya no valía de nada estudiar, solo unos pocos profesores fueron capaces de mantener la disciplina, lo demás fue poco más que un caos generalizado.
En el patio la repercusión fue también evidente, los nuevos conocimientos de baloncesto adquiridos por la mayoría hicieron de la vieja cancha el sitio de moda, poco quedó para los que habían hecho de ella su lugar de descanso entre clases. Todos querían jugar, los partidos se sucedían con poco interés, si bien es cierto que todos sabían jugar, también lo es que todos jugaban exactamente igual, destacar era imposible.
Mañana más de uno habrá comprado el siguiente nivel de baloncesto, así funciona, le comentó el chico a un compañero que encontró observando el partido, ¿por qué no juegas?, No tengo descargada esa habilidad, Pero tu has jugado a baloncesto alguna vez, seguro que algo sabes, Si, alguna vez, pero no tengo el nivel y no me dejan jugar, dicen que sería aburrido jugar conmigo. Como si de una aparición se tratase, el chico con gafas vio confirmados sus temores, no era una locura su rechazo a la gran revolución, como muchos medios ya llamaban a la nueva app, debía haber gente como él, gente que quizá crea que el progreso de la humanidad, no está ligado necesariamente al progreso tecnológico, Bueno tío me vuelvo a clase, Su reflexión le había hecho desconectar del mundo, no es la primera vez que le pasaba, de hecho, le ocurría a menudo, Adiós tío, le dijo mientras lo veía alejarse triste hacia su destino.
Los sentimientos de rechazo primarios que tuvo pronto se sucedieron por temor y posteriormente obsesión, no podía dejar de pensar en la fatalidad que un “avance” de este tipo podría suponer, de nada servía la propaganda en los medios, las múltiples causas humanitarias para las que serviría, “podemos hacer que todo el mundo sepa leer de manera instantánea” decía un acérrimo defensor del progreso en la televisión, Pueden hacerlo, pero, ¿Quieren hacerlo?, se preguntaba, de ser así, ¿por qué aun no lo han hecho?, preguntas sin respuesta que solo hacían aumentar la inquietud y el rechazo del joven.
Tiene que haber alguien más que se oponga, concluyó tras recordar lo acontecido en el patio, no puedo ser el único. Comenzó a buscar en internet, las voces críticas eran pocas, pero existían, había esperanza, ¡A cenar! Gritaron desde el salón, Voy mamá, respondió cerrando cuidadosamente el ordenador como si lo que en él había fuese de gran valor y bajó corriendo las escaleras.
Esperemos que te guste, dijo su padre, tu madre y yo hemos invertido en “Conocimientos de cocina TAI 101” y hemos hecho la cena, dijeron con risas cómplices, Creo que es la primera vez en la vida que os veo felices por cocinar, solo ha hecho falta pagar por hacerlo, sorprendente, Gracias, respondieron recelosos, este niño, siempre igual, pensaron.
La comida estaba muy rica, digna del restaurante TAI a dos manzanas de allí, a pesar de ello, el joven dudó si felicitar a la feliz pareja, No es mérito suyo, pensó, en todo caso debería felicitar al programador de la app, supuso levantándose de la mesa y agradeciendo la cena. Espero comida italiana mañana, dijo antes de irse, Tú te crees que somos ricos o que, vete acostumbrando a la comida tailandesa que somos modernos pero humildes, respondió la madre en tono al a vez jocoso y serio, empezando a ser consciente de que aquella “revolución” quizá era demasiado grande para su bolsillo.
De vuelta en el cuarto las páginas web, artículos y posts se sucedían, sólo buscando bien se podía encontrar algo que no fuese propaganda o fervor ultra, la revolución parecía haber llegado imparable. Clicó sobre un link, ¿Dónde queda la satisfacción del esfuerzo por conseguir las cosas? leyó, ¿Dónde queda la ilusión de proyectarse en el futuro con ese nuevo conocimiento?, ¿Dónde quedarían esas colecciones de sellos o estampitas de futbol si las vendiesen completas?... ¿No destruye lo inmediato el valor del momento?, más preguntas sin respuesta, siguió buscando en la página, pero solo encontró una dirección, Avenida Saramago 11, estaba al otro lado de la ciudad, sintió como se le erizaba la piel.
Sabía dónde debía acudir.